Es común que luego de la primera clase de canto que toma un futuro
alumno, haga yo una devolución y exponga
un panorama de lo que encuentro, de lo tendremos que trabajar en primer lugar o
lo que puede llegar a ser nuestro trabajo por mucho tiempo. Una de esos desafíos y trabajos que señalo
puede ser por ejemplo: “en general tenemos
que trabajar para abrir más la boca”. Es
común que me contesten que eso se lo dijo el papá o el hermano, tal vez algún
amigo que lo escucho cantar en alguna ocasión.
Y la razón por la que esto se pide es porque logramos comprender mejor
las palabras si la boca se abre y porque también aumenta el volumen y escuchamos
mejor. Una observación certera que
cualquier observador atento puede hacer; algo tan sencillo y que sin embargo
para algunos es una tarea bastante dificultosa.
Es que a veces existen tensiones tan importantes en las
cervicales, en la mandíbula, en la lengua y en el cuello en general que abrir
la boca se convierte en una tarea “titánica” cuando debe ser todo lo
contrario. A esto se suman cuestiones
psicológicas que se combinan para que por las más diversas razones nos cueste
abrir la boca y mostrar nuestra dentadura, nuestras encías y la lengua.
Pueden ser inhibiciones que se originen en cuestiones culturales, familiar,
o arraigados prejuicios estéticos. Puede ser fruto de un temperamento
introvertido, o timidez.
Por eso, en esa frase, se resume para el profesor y el
alumno, un montón de trabajo a realizar y que va más allá de cuestiones
puramente biomecánicas.
Si comenzamos desde lo más externo, en primer lugar
buscaremos lograr una adecuada movilidad de la mandíbula. Comenzaremos con movimientos suaves de
apertura de la boca y a medida que se gana coordinación iremos ampliando la
separación del maxilar inferior sin producir tensiones en la zona cervical ni
en la lengua. Abrir la boca de manera
adecuada implicará que la lengua permanezca en una posición baja, distendida,
en contacto con los dientes incisivos inferiores. También una posición relajada de los labios
despejando la salida del sonido.
Esto primero es lo más visible. Abrir la boca conlleva la
apertura de la faringe. El abrir la boca
con amplitud y relajación debe favorecer el descenso de la lengua y el ascenso
del paladar blando sin voluntarismo ni excesos.
Abrir la boca con la lengua quieta y baja provocará un reflejo similar
al que se produce en el bostezo en el que todas las membranas se expanden y la
faringe se abre en todas direcciones. En
el bostezo podemos percibir inclusive que esa expansión se prolonga hacia el
tórax y provoca una intensa actividad en el diafragma. Sin embargo no podemos olvidarnos de que
este abrir la faringe tiene que suceder con gran plasticidad: no sería
demasiado apreciable que alguien cante como si estuviera bostezando, por muy
abierta que se encontrara la faringe.
Cuando la faringe se abre no podemos verlo a simple vista. Tenemos que oírlo. Cuando se abre la boca y también se abre la
faringe, la voz resuena con más armónicos graves. Para hacerse una idea de cómo es esto de
ganar armónicos graves se puede probar poniendo música en el celular y meterlo
luego en alguna caja. Se escucha que
suena menos chillón y que el sonido gana
cuerpo. Si logramos abrir correctamente
la articulación de las vocales comenzaremos a escuchar que las vibraciones de
nuestra voz resuenan blandas en el pecho como en una caja de resonancia. Está bien emitida la voz si el sonido aparece
vibrante, resonante y mórbido a la vez. Por el contrario no está bien encaminado el
trabajo si el sonido se percibe seco, fijo o duro.
Entonces, al abrir la boca (y la faringe) logramos que las
vibraciones salgan con más facilidad en virtud de la apertura conseguida pero también
conseguimos que antes de salir, las
vibraciones circulen por un lugar más amplio enriqueciéndose de armónicos,
ganando cuerpo y elementos que el oyente
percibe como propios de una voz cultivada y rica.
Los beneficios no terminan aquí, al abrir bien la boca lograremos
también descomprimir el cuello y evitar un desgaste innecesario de nuestro
instrumento. Esto es fundamental ya que
de nada me sirve cantar fuerte o buscar un sonido estéticamente bello si eso conlleva
el deterioro y el descuido de mi órgano vocal.
Creo que por lo dicho hasta acá, coincidirán conmigo si les
digo que merece la pena dedicar el tiempo que sea necesario para perfeccionar
ese sencillo acto que es abrir la boca.
Marco Antonio Cuozzo